Oscar Wilde solía decir que si se pasa tiempo con los animales, uno corre el riesgo de volverse una mejor persona.
Durante miles de años han desempeñado un rol central en la vida de los seres humanos. Primero en la naturaleza y después los abocados a la agricultura han sido importantes para la provisión de alimentos, para el transporte y como parte de prácticas culturales y religiosas. Tener animales como mascotas, si bien siempre se pensó que era una práctica moderna relacionada con la opulencia y materialismo, no es ni nuevo ni se le atribuye principalmente al mundo Occidental.
En Israel y en Europa del Norte se han encontrado enterrados con humanos algunos de los restos arqueológicos más antiguos de perros domésticos y se estima que se originaron hace aproximadamente 11.000 y 14.000 años.
También se han localizado en el Medio Oeste Norteamericano algunos perros enterrados con seres humanos, lo cual sugiere que los americanos nativos podrían haber mantenido perros como mascotas desde hace más de 8000 años. La evidencia de entierros en la isla de Chipre respalda la idea de que los gatos, que durante años se creyó que habían sido domesticados en el antiguo Egipto hace aproximadamente 4000 años, han acompañado a los humanos por lo menos desde hace 9500 años. Existe amplia evidencia que respalda la popularidad de las mascotas en el antiguo Egipto, Grecia y Roma, lo que permite establecer que los perros y gatos fueron mantenidos con frecuencia como mascotas en los hogares imperiales de China y Japón.
“La antrozoología, el estudio de las interacciones entre seres humanos y animales (HAI, por sus siglas en inglés), es una disciplina relativamente joven –relata a la nacion James A. Serpell, profesor emérito de Ética y Bienestar Animal, Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Pensilvania y autor del libro de Waltham Las interacciones entre seres humanos y animales, investigador de esta disciplina desde 1979–. La antrozoología está disfrutando de una adolescencia productiva respaldada por una creciente investigación original”.
Una tarea que no ha sido fácil: las comparaciones transversales entre los dueños de mascotas y quienes no tienen una, inevitablemente traen aparejado el problema de la causalidad. “Por ello es difícil establecer estudios empíricos para demostrar el valor de tener una mascota o de las intervenciones asistidas con animales utilizando métodos tradicionales de investigación”, sigue Serpell. Sin embargo, una asociación entre Waltham y el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver de Estados Unidos, comienza a dar sus primeros resultados.
Las familias con niños menores de 18 años comprenden aproximadamente el 40 por ciento de todos los dueños de mascotas en los Estados Unidos y los animales figuran de manera prominente en los juguetes, libros, juegos, películas y programas de televisión para niños. “Los gatos ofrecen algunos atributos interesantes para los niños. Son más tranquilos. Pueden funcionar muy bien frente a cuadros de hiperactividad. Los perros, en cambio, pueden proponer gasto de energía física y una compañía activa para los más solitarios”, cuenta a LA NACION Marie A. Moore, profesora de Ética Humana y Bienestar de Animales, directora del Centro de Interacción entre Animales y la Sociedad de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Pennsylvania y coautora de Serpell en su investigación.
La reina Mab
Manuel conoció a Hortensia en las postrimerías de su adolescencia. Se casaron temprano y tuvieron tres hijos. Luego de 52 años de matrimonio extenso y 11 nietos, él enfermó y murió. Después de tantos años, ella se encontró sola. Fuerte andaluza cabeza dura, no quiso irse a vivir con ninguno de sus hijos, no aceptó demasiada ayuda, pero los ojos habían perdido su brillo. Lupe, su hija mayor, la veía apagarse de a poquito, pero estaba lúcida, bien de salud… era el ánimo el que decaía. Así llegó Mab, una perra raza intrincada por los cruces del tiempo y las aventuras de sus ancestros, inspirada en la leyenda de la reina con ese nombre: la que se aparece por las noches para hacer realidad los sueños de los que duermen. “Mi mamá –relata Lupe, profesora de literatura, responsable del nombre de la mascota– cambió su vida por completo. De chicos nunca habíamos tenido animal en casa. De pronto, a esta altura de la vida, se encontró aprendiendo cosas nuevas: cambiando su rutina, eligiendo veterinario, educando a una chica tan rebelde como ella”.
Hortensia se hizo experta en la alimentación de Mab y les enseñó a todos la importancia de balancear húmedos y secos, de encontrarle el alimento perfecto de acuerdo a la edad y hasta un día se apareció con la terminología científica de ciertos ingredientes.
“Actualmente las mascotas son un miembro más de la familia y se les otorga un lugar sentimental, real y simbólico, muy importante. Los dueños priorizan la calidad y buscan lo mejor, entendiendo que el bienestar de sus mascotas contribuye al propio. Lo ven como algo innegociable a la hora de elegir qué darles, cómo cuidarlos y qué opciones tomar por su perro o gato”, explica José González, médico veterinario y uno de los fundadores de Alican, empresa cordobesa especializada en alimentos para mascotas que vende en el mercado local y exporta a Europa y a Estados Unidos.
Para Hortensia fue encontrar un nuevo motivo para levantarse cada día, un plan para completar la jornada de actividades valiosas. Un estudio de la Universidad de Florida publicado en el Journal of Aging and Health confirmó que las personas mayores de 65 años que tuvieron sus mascotas durante más de cinco años mostraron un retardo en la decadencia cognitiva. Por su parte, una investigación encabezada por Erika Friedmann y Nancy Gee de la Universidad de Maryland que apareció en la revista Scientific Reports coincidió en que tener una mascota y sacar a pasear al perro contribuye a mantener la función cognitiva mientras se envejece. “Los psicólogos y psiquiatras sabemos hace mucho tiempo que para situaciones de depresión, procesos de ansiedad o angustia, e impactos no tan severos en la salud mental, cuidar a otro colabora en el proceso de retomar el estado de bienestar –indica Gee a LA NACION, una de las autoras de este último estudio e investigadora del departamento de Psiquiatría del Centro para la Interacción Humano-Animal de la Facultad de Medicina en la Universidad de Virginia–. Una de las más grandes dificultades de las personas mayores es que dejan de tener responsabilidades a cargo. Empiezan a sentirse que no aportan y que su capital de experiencia y conocimiento ya no es útil.
Cuando una mascota comienza a depender de ellos, esa ecuación cambia y se reordenan ciertos parámetros que les permiten, incluso, volver a socializar o hacerlo mejor. De hecho, Hortensia armó un grupo de amigas “de la plaza” según ella misma las llama. Cada día se encuentran a las 11 con otros dueños de perros de diferentes edades (no todos son adultos mayores) y dejan jugar a sus mascotas en el canil una hora, mientras conversan, toman o comen algo y, más tarde, dar un par de vueltas todos juntos, animales y personas, al parque que los reúne.
Un vínculo inseparable
Los estudios demuestran que los animales pueden actuar como amortiguadores de estrés entre los niños, pueden relajar la angustia relacionada con distintas experiencias, reducir la percepción del dolor físico y emocional; además de que un perro podría promover estilos de vida más saludables y activos, reduciendo la exposición a las pantallas. “Cuando en una investigación reciente les preguntamos, tanto los niños como los padres describieron a las mascotas como miembros de la familia y los pequeños por lo general se refieren a ellos como a sus mejores amigos”, confirma Serpell.
Otra investigación reveló que el 75% de los niños participantes de entre 10 y 14 años buscaban la compañía de sus mascotas cuando estaban tristes. Mientras que una encuesta en el Reino Unido señaló que los niños por lo general clasificaban a sus mascotas más alto que ciertas relaciones con los seres humanos y que veían a los perros y a los gatos como confidentes y proveedores de consuelo y soporte. Estas experiencias se acrecientan frente a situaciones traumáticas como la separación de sus padres o la pérdida de un familiar cercano, y en contextos terapéuticos.
Una encuesta realizada por especialistas de la Universidad de Queensland ha demostrado que en los niños con autismo, las intervenciones asistidas con animales han facilitado las mejoras en áreas críticas como el funcionamiento social, la concentración y atención, menor absorción en sí mismo y las conductas estereotipadas. “Se necesitan programas que puedan asistir a los niños con TEA –explica Samantha McKenzie, una de las especialistas participantes del estudio–. De hecho investigadores en Australia están probando un programa innovador que enseña a los niños con TEA a cuidar mascotas e interactuar con ellas como puente al desarrollo de mejores capacidades de interacción con sus compañeros de clase”.
Majo Villalba es mamá de dos hijos, uno de 9, Felipe, y otro de 7, Antonio, este último con autismo. El mayor tenía una fuerte fijación con tener un perro, pero además, todos los especialistas cercanos a la familia insistían en que era una gran idea sumarlo a la familia porque acompañan a los niños con diagnóstico del espectro autista a ganar interacción. Como casi todos los padres a Majo le daba cierto miedo la aventura porque sabía que ella era quien iba a tener que hacerse cargo. Sin embargo, cedió a agrandar el equipo en casa y hace dos años adoptaron a Rolito.
“La realidad es que nos cambió la vida literalmente –explica–. Mi hijo mayor lo cuida un montón, duerme con él, le presenta desafío de juego a diario, es su mejor amigo y le cuenta todo. Mientras que para Antonio, a quien le encanta dormir, Rolito fue la solución perfecta, porque lo introduzco en la cama y nos ayuda muchísimo en despertarlo a la mañana para ir a su terapia. Juegan entre ellos, se levanta con una sonrisa y siempre termina en un abrazo”.
La capacidad de un animal de acompañar socialmente sin juzgar ha sido una de las explicaciones para el efecto tranquilizador de su presencia. “Las experiencias negativas a una edad temprana podrían llevar al desarrollo de miedos en el largo plazo que se generalizan en otras situaciones –explica Moore–. Se ha demostrado que la presencia de animales calma a los niños en este tipo de situaciones que provocan ansiedad. Al combinarse con la capacidad reportada de que aún las interacciones breves con un perro pueden reducir las percepciones físicas y emocionales de dolor en los niños que han debido atravesar por alguna cirugía (de 1 a 3 días antes de la interacción con un perro), los resultados sugieren que el contacto con animales podría ser beneficioso para la salud y el bienestar de los niños de manera tangible y mensurable”.
El amigo que cuida el corazón
◗ Debido al aumento asociado de la actividad física y el apoyo social, las investigaciones sugieren que los dueños de perros, especialmente aquellos en hogares individuales, tienen mejores resultados después de sufrir un evento cardiovascular importante, como un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular.
◗ La Asociación Americana del Corazón ha dicho que la propiedad de mascotas, particularmente de perros, puede estar asociada con la disminución del riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV).
◗ Para los adultos mayores, un fuerte vínculo entre mascotas y dueños se ha asociado con niveles más bajos de soledad y aislamiento social.
*Fuente de los datos: Instituto de Ciencias Waltham Petcare.
Números que crecen
El aumento de los animales domésticos en la Argentina y el mundo en los últimos años.
- El 86% de los hogares en el país tiene una mascota; de ese porcentaje, el 52 % son gatos. Lo que implica que 11,9 millones de familias tienen mininos en casa, mientras que 9,5 millones eligen perros.
- El 90% de los dueños de mascotas los considera miembros de la familia y el 17% los ubica en el pedestal de un hijo.
- Tener un perro se ha asociado con un 24% menos de riesgo de muerte a largo plazo, en comparación con los no propietarios.
- El 50% de los hogares mexicanos tiene un perro; mientras que en el 45% de las casas de Brasil y en el 55% de las de Chile cuentan con uno; en el 70%, de los hogares estadounidenses vive una mascota.
- En la Unión Europea viven 145 millones de mascotas, lo que representa un aumento de 5 millones en comparación con 2021. Son 66 millones de perros y 79 millones de gatos.
- Alemania es el país con más mascotas en los hogares europeos: son 27 millones. Chipre, el que menos tiene, apenas supera las 100.000.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario